miércoles, 6 de julio de 2011

Funeral otoño


Una sola puerta
de tres, abierta.
Una sola puerta.
Enfrente, la montaña.
Pasa la nube inmensa
toda suya, todo suyo.
Huracanes de vientos,
lluvia andante
y en todo el monte
funerales naturales
de hojas muertas.
Los cabellos terráqueos
danzan todos iguales
al son de trompetas invisibles
que vienen de los mares.
Llegó el otoño,
llegó la muerte
mas no para todos.
Hoy morirán hojas y animales
mas no morirán para siempre.
Son ciclos de estaciones naturales
y en su transformación de mañana
darán con más calor,
a la tierra de su muerte,
pasado mañana, brotes de esperanza.
Y yo no he muerto.
Me alegro de la lluvia y me alegro del viento.
Si tengo frío, me caliento.
Si tengo miedo, que no lo tengo,
susurro y pienso. Y para mañana
ya me he comido mi pequeña ración de esperanza.
Una sola puerta
de tres, abierta.
Una sola puerta, inmensa.



El dolor


Dicen que a través de las palabras, el dolor se hace más tangible. Que podemos mirarlo como a una criatura oscura. Tanto más ajena a nosotros cuanto más cerca la sentimos. Si uno de estos pequeños granitos enferma, el resto del organismo enferma también. Pero yo siempre he creído que el dolor que no encuentra palabras para ser expresado es el más cruel, más hondo… el más injusto. Pasé mi vida amando a una mujer que amaba a otro que no la amaba sino que amaba a otra de la que nunca supo si la correspondía. Era un tiempo en el que miraba al futuro con más esperanza que miedo.


Principio de la película "A los que aman" de Isabel Coixet.